domingo, 1 de julio de 2007

Amigos en el cine

No han sido poocs los amigos que he perdido por confesar que mi película favorita es Marcianos al ataque. Pero no creo perder mucho con su amistad: son de aquellos snobs que siempre se rebuscan en la mente hasta encoontrar una película obscura y desconocida, de algún país remoto, que los haga pasar por verdaderos conocedores del séptimo arte.

Los que hacen mayores concesiones en ese sentido recitan Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (de preferencia con su título en inglés), El cubo, Pi y los más arriesgados hablan de ¿Qué chin&%$%gados sabes? o como le llamen a ese falso documental al parecer producido por el canal Infinito.

Algunos van más allá y se niegan a hablar de películas: para ellos el chiste es ser fan de un director y así escuchamos la letanía encabezada por los hermanos Cohen y los Wachowski y rematada quizá con Tim Burton o Tarantino. Los más acendrados llegan hasta Buñuel y Godard.

Jamás de los jamases los escucharemos comentar alguna película jolivudesca ni, ¡valgame Dios!, el enésimo bodrio de Rob Schneider. De alguna manera, que al parecer sólo ellos conocen, se las arreglan para ver películas que nadie más ve. De ese modo, en las reuniones tienen que arrinconarse unos con otros para hablar a gusto, a salvo de las profanidades que circulan entre el 93% de los demás asistentes.

Como podrá entenderse, no lamento perder tales amistades. Caray, si alguien no reconoce que Marcianos al ataque es una genialidad, no quiero tener nada que ver con él (o con ella, llegado el caso).

miércoles, 27 de junio de 2007

Atisbos al futuro

A algún arqueólogo del siglo XXX le tocará hacer el análisis de la influencia de los PowerPoint enviados por correo electrónico en la decadencia de la civilización occidental. La filosofía barata y melcochosa que rezuman esos engendros irá privando al hombre urbano de su capacidad de raciocinio.

Y no faltará el lingüista del futuro que descubra que los msjs de cel, que para dentro de uno o dos siglos serán la única forma conocida de comunicación, fueron los causantes de la atrofia oral, de la pérdida de las vocales y del autismo que para entonces caracterizará al género humano.

En fin, para no ser agorero, sólo quiero consignar un hecho auténtico, presenciado por estos ojos que se han de comer los gusanos: En un restaurante, dos tipos sentados a la misma mesa, chateaban entre sí por celular. ¿Cómo sé que chateaban entre sí? Porque después de un buen rato, uno de ellos no se aguantó y, mostrándole la pantalla de su aparato al otro, le dijo:

—Con esto sí que te la mamaste.

A lo que el interpelado respondió sólo con una sonora carcajada.

lunes, 11 de junio de 2007

De la TV al gym

Yo debí haber sido niño del siglo XXI, tener Discovery Kids y pasar las tardes viendo Lazytown. Quizá así, tratando de emular al heroico Sportacus, no hubiera contraído lo que podría llamarse "couch-potatoedness", es decir, un trastorno del aparato motor que nos impide levantarnos del sofá cuando éste se encuentra frente a un televisor.

Pero primero fue el Intellivision, después el Atari y por último el Nintendo en sus dos versiones (nunca fue cliente del Sega, como puede verse; eso ya hubiera sido el colmo). El único músculo que movía para jugar —a diferencia de lo que predican en Lazytown— era el del pulgar. Claro, que si quisiera ser crítico, tendría que preguntarme como es que en la televisión invitan a apagar el televisor y salir a jugar al parque. ¿No se dan cuenta de que se quedarían sin público?

En fin, estoy seguro de que otra consecuencia de ver Lazytown de niño hubiera sido enamorarme de la niña rosa y su eterno optimismo. ¿Heidi? Por favor, ¿quien puede establecer lazos sentimentales con una mona tan ojona, que además se la pasaba a punto de llorar la mitad de la serie?

No llego al grado de querer demandar a las compañías fabricantes de videojuegos por mi actual condición física (chance si fuera gringo...), pues a fin de cuentas, cada quien es el arquitecto de su propio destino, ¿no dicen eso? Arquitecto, máistro albañil o media cuchara, el caso es que a estas alturas hay que asumir las responsabilidades actuales y las consecuencias de las decisiones pasadas.

El meollo del asunto es que, echando por la borda varios años de condicionamiento conductual, la semana pasada decidí entrar en un gym. La primera pregunta: ¿qué diferencia hay entre un gimnasio común y corriente y un gym? Las más obvia es el precio; otra diferencia es el olor y la última y más notoria es que los gyms son mixtos, mientras que los gimnasios suelen estar reservados a esas fábricas de testosterona que la gente bien intencionada llama atletas o deportistas.

Segunda pregunta: ¿cada cuánto hay que ir, así como para que uno no sienta que está pagando la altísima cuota en balde? ¡Horror! El "entrenador personal" que me asignaron recomienda de cinco a seis veces por semana ("el domingo puede descansar"), con sesiones de 45 minutos a una hora cada vez.

Pensé que me saldría más barato hacerme católico que atleta: con una hora de misa a la semana me aseguro la gloria eterna, a diferencia del gym, que exige un fervor rayano en el fanatismo. Pero mi super yo fue riguroso: estar aplanado una hora en la banca de la iglesia no me hará más provecho que estarlo frente a la TV (interesante comparación del altar con la TV, pensé para mis adentros; tendré que analizarla más adelante).

En resumidas cuentas, acabé inscribiéndome el lunes de la semana pasada, tras comprobar que efectivamente se trata de un gym (el elemento femenino me permitió hacer esa constatación, además de pesar favorablmente en el proceso de toma de decisiones) y cubrir la correspondiente cuota (anual, por cierto, que sale más barata que pagar cada mes). La cosa es que, pese a mis pesimistas previsiones, he estado yendo regularmente, tan temprano que ya para las 10 de la noche estoy que me caigo de sueño. Por cierto, esto ha tenido repercusiones negativas en mi vida social, que está a punto de multilicarse por cero. Espero que, antes de que esas consecuencias se derramen hacia mi vida laboral (previsible, por estar ambas relacionadas), ya me haya acostumbrado al ascetismo de la "buena vida" que prometen en el gym.

miércoles, 6 de junio de 2007

Reuniones ociosas y desquiciados

De veras que los europeos tienen tan pocos problemas que nomás andan viendo en qué broncas se meten. Ahora con la cumbre del grupo de los Ocho en Alemania, ahí tenemos a un montón de manifestantes tratando de bloquear los caminos que llevan a Heiligendamm, el pueblito del norte del país donde se realiza tan ociosa reunión. Como si acostarse en la carretera fuera a impedir que se juntaran los dirigentes de los países más industrializados del planeta (ah, y Rusia).

Helmut Schmidt, ex canciller alemán y uno de los creadores de dichos encuentros, declaró hace poco a Die Zeit que las "cumbres" habían perdido su sentido original y se habían convertido en espectáculos mediáticos. En efecto, los temas de la orden del día ya están discutidos y negociados de antemano; los compromisos ya se tomaron. La reunión anual del grupo sólo sirve para anunciar lo que puede darse a conocer de esas negociaciones llevadas a cabo en lo obscurito.

Y aun así, no faltan militantes que creen que bloquear caminos será la solución de los problemas del África, de la pobreza y del calentamiento global, temas "oficiales" de la cumbre de este año, si bien en realidad lo que dominará las discusiones será la guerra fría resucitada por Vladimir Putín y los peligros que esto conlleva en los ámbitos de la energía y la seguridad de Europa, especialmente para los países que formaron parte del bloque soviético.

En fin, la otra nota del día es el alemán desquiciado que intentó saltar al papamóvil. Mmm, aunque, ¿qué tiene de extraordinario que el papa atraiga a los desquiciados? Tiene más de mil millones de seguidores que creen en la virginidad de la madre de Jesús, en el perdón automático de los pecados y en la vida eterna a cambio de rezos y veladoras. ¿Qué tiene de raro que haya uno más que quiera subirse a su carro?

lunes, 4 de junio de 2007

Los Soprano y yo

Una de mis ambiciones en la vida es comprarme (y ver, por supuesto) las temporadas completas de Los Soprano. Sí, aunque he visto todos los episodios en la TV, me quedan muchos puntos obscuros y detalles que no acabo de entender. La idea de que un capo mafioso se someta al psicoanálisis (explotada concurrentemente en Analízame) no es mal punto de partida para adentrarnos en las conflictivas relaciones familiares y de negocio que se tejen en un mundo tan desconocido para el común de los mortales.

Pero de todos modos, pese a que no son muchos los personajes centrales, hay tanto secundario gravitando a su alrededor que el espectador más atento llega a confundirse. Por lo demás, todos son viejos y panzones y andan en pants... digo, no tengo nada en contra de que un respetable señor de edad avanzada se deje crecer la panza y, por tanto, ande siempre en pants (única prenda con la generosidad necesaria para abarcar tanta carne) pero, caray, juntar a una docena de ellos como personajes de una serie de televisión vuelve las cosas un poco confusas, al menos para mí. Sobre todo porque entre una y otra temporada pasaba tanto tiempo que cuando recomenzaban, ya se me había olvidado todo lo que había pasado antes.

De repente llega un viejo panzón en pants, saca la pistola y la vacía en la persona de otro viejo panzón en pants. ¡Cómo! ¿Pos que no eran compadres? Pongo más atención y me entero que no, éste no era el compadre sino el archienemigo de la familia rival. En otra escena, llega otro viejo panzón de pants y, ¡cuidado!, va a sacar la pistola y a descargarla en otro viejo panzón (sí, también de pants). Pero no, lo que saca es un puro que ofrece cordialmente al que yo suponía era un archienemigo de la familia rival. El resultado es que me quedo en babia, sin saber quién es quién.

James Gandolfini, el actor que hace a Tony Soprano, explicó alguna vez que el éxito de la serie se debe a que hay un amplio sector de la población que puede identificarse con estos viejos panzones de pants, que se la pasan comiendo a dos carrillos todo tipo de alimentos grasosos y fumando como locomotoras de esos puros que a Fidel Castro ya le prohibieron por razones de salud. ¿Dijo identificarse? Más bien es envidia, diría yo.

Pero, en fin, como digo, lo que tengo que hacer es conseguirme las temporadas completas en DVD, verlas detenidamente, tomar apuntes de quién es quién, hacer diagramas con las relaciones... en fin, lo mismo que tuve que hacer cuando leí Cien años de soledad para orientarme entre tanto personaje (¡y todos Aureliano!).

viernes, 1 de junio de 2007

Riesgos y cigarros

Según supe, ayer fue el día mundial de no fumar, que se supone está dirigido a despertar la conciencia sobre los peligros del cigarro, del tabaquismo y anexas.

Eso me parece muy bien, pues no creo que las leyendas de advertencia que llevan las cajetillas de cigarros consigan nada. Digo, porque poner que "dejar de fumar reduce importantes riesgos en la salud" equivale a no decir nada. ¿Cuáles son esos "importantes riesgos", para empezar? Y para seguir... ¿dijeron riesgos? ¡No sean maricones! ¿Qué mexicano va a dejar de fumar sólo por reducir la posibilidad de un daño? Nosotros vemos a la muerte a los ojos y nos reímos de ella en su cara.

Si quieren asustar a los fumadores, déjense de delicadezas y díganles de una vez que se van a morir de cáncer pulmonar, de enfisema, de coágulos o trombos o de cualquier otra consecuencia cardiovascular por mantener ese vicio estúpido. ¡Pero no le hablen de simples riesgos a un pueblo que torea coches en el Viaducto sólo para no cruzarlo por las escaleras peatonales, que basa su dieta en fritangas callejeras desafiando toda recomendación médica y cuyos héroes nacionales murieron decapitados o balaceados!

Van a decir que qué me importa si al fin que yo ni fumo. Pues sí, no fumo. Pero ayer, en honor del día internacional de no fumar, me eché una cajetilla completa. Pensé que sería lo correcto... después de todo, nadie trabaja el día del Trabajo.

jueves, 31 de mayo de 2007

Por qué estoy en contra del aborto

El tema del aborto ya no está de actualidad, pero yo acabo de llegar a estos de los blogs y no quiero quedarme sin sacar de mi ronco pecho lo que pienso al respecto.

Bueno, pues yo estoy en contra del aborto y las razones son las siguientes:

Las series de televisión se van a quedar sin tema. En efecto, ¿cuántas series de televisión (por no hablar de películas) se quedarían sin argumento si la protagonista, embarazada contra su voluntad, tuviera el recurso del aborto legal y no hubiera pretexto para que se debatiera entre un matrimonio sin amor y dar al bebé en adopción?

Los espantacigüeñas se van a quedar sin chamba. No es que yo tenga intereses inconfesables en las clínicas de abortos clandestinos pero, caray, estando tan del cocol la situación de los empleos en el país, ¿para que arriesgarnos a que los que ahora practican abortos clandestinos se queden sin empleo y se vean obligados a salir a la calle a ganarse el pan para su familia? Piénsenlo bien: se trata de profesionistas más o menos capacitados en el uso de cuchillos y bisturises... ¿nos los queremos encontrar a media noche, en un callejón obscuro, pidiéndonos "una moneda que nos sobre"?

El aborto no es seguro. ¿Pues no dicen que quién sabe qué porcentaje de mujeres mueren por practicarse el aborto? ¿Y ahora lo quieren legalizar? Francamente no lo entiendo, a menos que se trate de una medida velada para reducir la población del país, pero igual me parece medio drástica.

En fin, hay más razones para estar en contra del aborto, pero ya no me da tiempo de explicarlas. Tengo que ir a ProVida a recoger mi cheque y ya mero cierran la caja. Luego le sigo.